Este relato, titulado en origen “Tres mensajes en un autobús”, forma parte de la colección de historias para el proyecto “Follow Your Own Star”. Publicado en Cowbird, es un homenaje a la intuición.
Si una tarde de otoño un viajero anda leyendo el mismo libro que tú, y ese libro no es Harry Potter, El Código Da Vinci o cualquier otro bestseller que ponga en jaque a las leyes de la probabilidad, entonces debes rendirte al poder de la coincidencia y celebrar que, si el pasajero de al lado también está leyendo a Joseph Campbell y su libro “Mitos para vivir” es porque se trata de una estrella camuflada.
Y trae un mensaje importante para ti.
¿Qué hacer?
Giré la cabeza, miré al viajero desconocido, dudé unos segundos y reaccioné. Volteé la portada del libro, señalé con el índice el mítico título y sonreí al hombre que más tarde me entregaría un primer mensaje en un autobús:
-Escribe para ti, no trates de impresionar a nadie.
Roger Siegel nació en Brooklyn, Nueva York, en 1941. Las revueltas sociales de los años 60 le pillaron en plena efervescencia y Siegel, poeta por vocación, amante de la paz por compromiso, acabó trasladándose a San Francisco.
Allí, Siegel encontró a A.C. Bhaktivedanta Swami. Swami se convirtió en su mentor y maestro budista. Con el tiempo, Siegel viajó hasta el Líbano, Irlanda, Polonia, Sofía, la India e Inglaterra, país donde Roger Siegel entabló amistad con George Harrison y llegó a compartir techo con John Lennon, el de los Beatles.
Imagínate.
Roger Siegel, escritor, huérfano de madre, guía espiritual y marido enamorado en segundas nupcias, tenía un móvil de antiquísima generación donde guardaba sus fotos con George Harrison, fotos que me mostraba mientras me entregaba un segundo mensaje:
-Quizás tu idea no es mala. Quizás el problema es que no has sabido contarla bien.
Era de noche cuando entramos en Los Angeles y llegamos a la parada de Venice. Su buen amigo les esperaba en la estación para llevarles hasta su casa de Malibu:
-Nick, dijo Roger al bajar del autobús, te presento a mi amiga Belén.
-Belén, te presento a mi buen amigo, Nick Nolte.
Roger y yo todavía volveríamos a vernos en San Francisco, unos días antes de mi partida.
- No te olvides de mantener la frescura, me dijo. Y de hacer buenos contactos.
A Nick Nolte no le he vuelto a ver.